Proponemos esta reflexión a partir de la reciente Declaración del Dicasterio para la Doctrina de la Fe fechada el 2 de abril de 2024 y que comienza con estas palabras: “una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre” (DI,1). Esta propuesta es especialmente adecuada para los que vivimos en la tarea de los medios de comunicación.
Para fijar la fuente bíblica de la dignidad humana acudimos a las primeras páginas del Génesis “hagamos al ser humano a nuestra imagen, según la semejanza” (1,26). Esto supone que ”ser creados a imagen de Dios significa, por tanto, que poseemos un valor sagrado en nuestro interior que trasciende toda distinción sexual, social, política, cultural y religiosa”(DI,11). Dios es el defensor de la dignidad humana especialmente de los débiles “escucha el clamor de los pobres, ve la miseria de su pueblo, cuida de los últimos y de los oprimidos (cf. Ex 3, 7; 22, 20-26) … en particular a favor de la triple categoría del huérfano, de la viuda y del extranjero (cf. Dt 24, 17)” (DI, 11). Ya en Jesús de Nazaret esta dignidad adquiere por la encarnación y la redención un especial valor. “A lo largo de su ministerio, Jesús afirmó el valor y la dignidad de todos los que son portadores de la imagen de Dios, independientemente de su condición social y circunstancias externas. Jesús rompió las barreras culturales y de culto, devolviendo la dignidad a los “descartados” o a los considerados al margen de la sociedad: los recaudadores de impuestos (cf. Mt 9, 10-11), las mujeres (cf. Jn 4, 1-42), los niños (cf. Mc 10, 14-15), los leprosos (cf. Mt 8, 2-3), los enfermos (cf. Mc 1, 29-34), los extranjeros (cf. Mt 25, 35), las viudas (cf. Lc 7, 11-15)” (DI,12).
La reflexión teológica posterior aportó el concepto de “persona” para profundizar los fundamentos de la dignidad. Y sobre esta herencia crece el consenso en torno a los Derechos Humanos, como manifiesta el preámbulo de la Declaración Universal de 1948 cuando asume «la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana». Sin embargo, las palabras se las lleva el viento y vivimos entre violaciones concretas y graves de esta dignidad. Por ello, y de forma específica a los comunicadores se nos plantea “una sacudida de responsabilidad y compromiso activo” (DI,33).
A los comunicadores nos atañe especialmente la denuncia de estas conculcaciones de la dignidad humana. “Uno de los fenómenos que más contribuye a negar la dignidad de tantos seres humanos es la pobreza extrema, ligada a la desigual distribución de la riqueza.”(DI,36). “Otra tragedia que niega la dignidad humana es la que provoca la guerra …Con su estela de destrucción y dolor, la guerra atenta contra la dignidad humana a corto y largo plazo.” (DI.38) Los emigrantes están entre las primeras víctimas de las múltiples formas de pobreza.”(DI,40) ”La trata de personas también debe considerarse una grave violación de la dignidad humana” (DI,41). “La profunda dignidad inherente al ser humano en su totalidad de mente y cuerpo nos permite comprender también por qué todo abuso sexual deja profundas cicatrices en el corazón de quienes lo sufren: éstos están, de hecho, heridos en su dignidad humana” (DI,43). “Las violencias contra las mujeres es un escándalo global, cada vez más reconocido. Aunque de palabra se reconoce la igual dignidad de la mujer, en algunos países las desigualdades entre mujeres y varones son muy graves e incluso en los países más desarrollados y democráticos la realidad social concreta atestigua que a menudo no se reconoce a la mujer la misma dignidad que al varón” (DI, 44). “La Iglesia no cesa de recordar que «la dignidad de todo ser humano tiene un carácter intrínseco y vale desde el momento de su concepción hasta su muerte natural. Precisamente la afirmación de tal dignidad es el presupuesto irrenunciable para la tutela de una existencia personal y social, y también la condición necesaria para que la fraternidad y la amistad social puedan realizarse en todos los pueblos de la tierra»” (DI, 47). “La Iglesia, también, se posiciona en contra de la práctica de la maternidad subrogada, mediante la cual el niño, inmensamente digno, se convierte en un mero objeto” (DI, 48). “Un criterio para verificar la atención real a la dignidad de cada individuo es, obviamente, la atención prestada a los más desfavorecidos. Nuestro tiempo, por desgracia, no se distingue mucho por esa atención: en verdad, se está imponiendo una cultura del descarte. Para contrarrestar esta tendencia, merece especial atención y solicitud la condición de quienes se encuentran en situación de déficit físico o psíquico” (DI, 53). “Por ello, hay que denunciar como contrario a la dignidad humana que en algunos lugares se encarcele, torture e incluso prive del bien de la vida, a no pocas personas, únicamente por su orientación sexual.” (DI,55).
Por su incidencia especial en la comunicación social también “Dignitas infinita” urge a afrontar la violencia digital. Ya que “el avance de las tecnologías digitales, aunque ofrece muchas posibilidades para promover la dignidad humana, tiende cada vez más a crear un mundo en el que crecen la explotación, la exclusión y la violencia, que pueden llegar a atentar contra la dignidad de la persona humana.” (DI, 61). Preocupa especialmente que “los medios de comunicación digitales pueden exponer al riesgo de dependencia, de aislamiento y de progresiva pérdida de contacto con la realidad concreta, obstaculizando el desarrollo de relaciones interpersonales auténticas.” (DI,61)
Y terminamos con un llamamiento del papa Francisco en “Fratelli tutti”: “los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos” (FT, 205). Esta continúa siendo nuestra misión, gracia y compromiso para llevarla a cabo.