Queremos tanto a Tim. Resignificando los Jurados SIGNIS (a debate)
Primer día en el festival de Venecia. Jurado SIGNIS. Nos vamos encontrando con los compañeros de jurado: Italia, Austria, Alemania, Argentina. Una Babel hermosa y polisémica.
Hoy no tenemos películas en concurso, pero vamos a ver otras. La inaugural es «Beetlejuice, Beetlejuice» (no lo digan más!). La veo más tarde y les comento.
(Dos horas después)
Es tiempo (es una propuesta) que nos preguntemos y repreguntemos cuál es nuestra misión en los Festivales en tanto Jurados de SIGNIS, más allá de la tarea de ver la competencia oficial y justificar nuestros premios desde nuestro particular punto de vista. En todo Festival en el que participemos, sea local o internacional.
1. Representamos una mirada, un estilo y una conciencia que es en primer lugar social y cultural. Una forma de ser y estar en el mundo esencialmente espiritual y humana, preocupada por una mejor existencia de todos nuestras hermanas y hermanos, sin distinción.
2. Cómo comunicadores católicos nos abriga la tarea de una comunicación para la transformación social. Entre otras, nuestras tareas son por la construcción de una cultura de paz, basada en el cumplimiento de los derechos humanos y de los niños, niñas y adolescentes.
3. En cada una de nuestras participaciones tendríamos que ser activos participantes. Esto significa participación ciudadana: ¡estar presente en actividades, hacernos conocer, participar en conferencias de prensa, hacer relaciones publicas, organizar la presentación de libros, apoyar películas que estén en linea con nuestras ideas, escribir sobre nuestras experiencias, invitar a participar en nuestra organización, descubrir y promover nuevos talentos, generar contenidos audiovisuales para redes y medios, y más!
(Nota: ingreso la Sala Palabienale…impresionante)
4. El cine fue, es y será el arte de masas que mejor lee y reflexiona sobre nuestras actualidades. Es matriz de pensamientos filosóficos que nutren nuestras conciencias humanistas de entender el mundo, las regiones, nuestros países, barrios y hogares. Por eso es esencial. Los principales festivales del planeta, pero también las pequeñas muestras comunitarias, están en una igualdad experiencial. Este material nos provee nuevas herramientas para el cine y la educación, desde un punto de vista educomunicacional para pensar y debatir con nuestros adolescentes y jóvenes. Pero también para que ellos realicen sus propios productos culturales con un sello propio aunque marcados por el respeto a la diversidad cultural y la opción por los pobres, los problemas ambientales, migratorios, de la pobreza. La igualdad y un mundo solidario son nuestras utopías.
Una colmena de espiritus
Nonostante
(Valerio Masrandrea, Italia, Secc. Horizonte)
¿Serán una constante, al menos del día, las historias de almas más o menos errantes?
Desde el principio, todo hace suponer que estos personajes están en un limbo, entre la vida y la muerte. Semi vegetativos, tienen una sobrevida donde se reconocen y hasta pueden enamorarse.
Para los que somos del Rio de la Plata, nos sorprende que la primer canción sea una de Jaime Ross que sintetiza parte de la historia :»Algún día verás, que me voy a morir, amándote, amándote, amándote». Ninguna canción, de las abundantes en la pelicula, es subtitulada. Con Ross gana mi español/castellano. Y otra sorpresa: la mujer de la que se enamora el protagonista es Dolores Fonzi (Rio de la Plata) de dónde casualmente soy, ¡Argentina, Uruguay: presentes!
Melodrama, videoclips, lugares comunes… pero ¿que importa?
Si entramos en el código que nos propone el director, seguramente simple, ingenuo, poco profundo, carente de una reflexión filosófica trascendental, y hasta reiterativa en antecedentes (desde el teatro, ej. «Justo en lo mejor de mi vida» de Alicia Muñoz o en el cine, de «Drácula» y «Phantomas» a Wenders y tantos otros), podremos ingresar, sin embargo, en la válidez de un lenguaje popular entre la comedia y el drama, dejar emocionarnos sin esfuerzo y pensar al menos sobre la importancia de vivir en plenitud, que es vivir en comunicación humana con las personas con las que compartimos la vida. Hay un homenaje al final a un familiar muerto. Tal vez la historia parta de esa experiencia del autor/director. Una puerta abierta a la posibilidad de trascendencia, a la necesidad infinita de volver a encontrarnos.
Ahora:
Beetlejuice, Beetlejuice
¿Tan malos que hacen reír?
Muchos de nosotros somos fanáticos de Tim Burton. Consideramos que es uno de los artistas más creativos del arte cinematográfico de nuestro tiempo. Confieso sin embargo que no había visto Beetlejuice y la vi hace muy poco, en streaming. La cercanía de esa visión me conecta rápidamente con la actual. No hay en mi un proceso de recuerdo lejano sino cercano. Eso afecta mi punto de vista. No lo digo como algo autorreferencial, sino que llamó la atención sobre cada una de nuestras particulares condiciones de recepción. Todo es muy parecido inicialmente. Me empiezo a preguntar qué es nuevo y que es viejo aquí. Y lo primero que encuentro es cierta estetica del videoclip. Adoraba «Tragedy» de los Bee Gees, marcas de época, los ochenta, ¿puentes con una nueva época? La presentación de Dolores (Mónica Bellucci) es desaforada, eso se espera, pero del personaje prometedor, luego se pierde todo rastro, casi irrecuperable en el final. Del otro lado gana potencialidad la relación de Lydia – madre (Ryder) y Astrid – hija (Ortega). Mi primera sensación es que la estética de vértigo surreal, que se demora en llegar, se superpone a la poética. Si está existiera es la de la libertad creadora. Tim, algo agotado, está, pero no hay nuevas fortalezas en el guion. Por momentos divertida, casi siempre previsible, Ortega se convierte en protagonista inesperada (segura atracción para un público adolescente que hoy tiene muchas edades) y Keaton pasa definitivamente a un segundo plano. Algo así como «lo mejor ya pasó».