En el marco de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2025, el Papa Francisco nos exhorta a «compartir con mansedumbre la esperanza que hay en nuestros corazones». En un mundo donde la comunicación a menudo se convierte en un campo de batalla de agresiones y descalificaciones, es fundamental redescubrir el valor de una comunicación que promueva el diálogo y la comprensión mutua.
El llamado a «desarmar» la comunicación es un grito urgente contra el paradigma de la competición y el dominio que prevalece en nuestras interacciones. En lugar de imponer ideologías, debemos crear espacios donde la verdad y la esperanza florezcan. La comunicación que nos invita el Papa no es solo un acto informativo; es un compromiso comunitario que refleja la esperanza encarnada en Cristo.
La realidad actual nos presenta un desafío considerable: la violencia comunicativa se ha normalizado, desde las discusiones acaloradas en los programas de televisión hasta las guerras verbales en las redes sociales. Esta cultura del enfrentamiento no solo erosiona la confianza entre las personas, sino que también impide la construcción de un tejido social más fuerte. Al «purificar» nuestra comunicación de la agresividad, podemos establecer las bases para un diálogo genuino, donde cada voz sea escuchada y respetada. Es esencial que los profesionales de la comunicación asuman este reto, promoviendo un cambio en la narrativa hacia un enfoque que priorice el entendimiento y la cooperación.
Finalmente, este mensaje nos recuerda que la esperanza no es una mera abstracción; es una realidad vivida dentro de una comunidad que refleja los valores del Evangelio. Comunicar la esperanza cristiana implica actuar con coherencia, haciendo visible a través de nuestras acciones la promesa de un futuro renovado. Solo así podremos compartir un mensaje que resuene auténticamente y ofrezca luz en la oscuridad, convirtiéndonos en instrumentos de paz en un mundo que clama por reconciliación y unidad.