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The Room Next Door, de Pedro Almodóvar (España)

(Por Alberto Ramos). La última realización de Almodóvar confirma a un director-emblema de lo que se ha dado en llamar cine posmoderno en plena posesión de un estilo que se distingue por su refinada puesta en escena y cámara, donde predominan los colores cálidos y saturados; interiores sofisticados, de una pulcritud rayana en lo clínico; preferencia por protagonistas femeninos, a menudo estrellas de rango internacional (Tilda Swinton y Julianne Moore, para esta ocasión), por citar solo algunas de las marcas autorales que lo han hecho universalmente famoso. En The Room Next Door, sin embargo, y a diferencia de varios títulos precedentes, el artificio termina sucumbiendo ante la solidez, concisión y sinceridad del relato. En otras palabras, se trata de una película que no solo atrae y convence formalmente, sino que también conmueve.  

El planteamiento inicial es simple. Ingrid y Martha fueron amigas y colegas en una época. Años después, Ingrid, que es ahora una exitosa escritora, se entera por una amiga común de que Martha enfrenta un cáncer cervical con un diagnóstico bastante sombrío. Sin pensarlo dos veces, acude donde esta, y el reencuentro deviene una historia sellada por la compasión hacia alguien que, más allá de los cuidados paliativos propios del caso, necesita sobre todo ser escuchada y consolada.

El propio título del filme se hace eco de esa cercanía. Tras embarcarse en un tratamiento de inmunoterapia experimental que al final fracasa, Martha abandona la pelea y se dispone a morir en su casa de campo en medio del bosque, una curiosa edificación compuesta de bloques irregulares de colores vivos, dispuestos a la manera de un cuadro cubista, que contrasta violentamente con la densa y sombría espesura que los rodea. Al llegar, decide que Ingrid ocupará una habitación contigua a la suya, cuya puerta permanecerá abierta mientras viva; una vez cerrada, ello indicará que todo ha terminado. La opción del suicidio, por cuestionable que sea con independencia del contexto de crisis que se trate, es aquí un hecho dado sobre el cual no se insiste ni se deja entrever juicio o argumento alguno. Esto porque en The Room… la atención se enfoca en otra dirección, que es la del acompañamiento ante la certeza de una muerte inminente, de la amistad puesta a prueba en una situación límite. Cercanía que refrendan los rostros tomados en primerísimos planos o una puerta siempre abierta a las largas, dolorosas confesiones compartidas con empatía y disponibilidad.

En ese sentido, lo que centra la trama es la relación que entabla Martha con Ingrid cuando decide permanecer junto a esta, relación en la cual, además, servirá de mediadora entre la amiga y su hija Michelle, cuya infancia infeliz es una asignatura pendiente cuyo impacto se revela tan demoledor como la enfermedad que ha devastado a su madre. Martha sufre en carne y espíritu, y a su lado Ingrid escucha, consuela y, a su modo, vive una experiencia transformadora, distante de la típica soledad del escritor enajenado del mundo.

Antes del previsible desenlace, por otra parte, Ingrid devendrá portavoz del realizador español durante un breve, pero intenso pasaje. En un encuentro entre aquella y su amigo Damian, un lúcido activista sobre cambio climático con una visión razonablemente pesimista del presente, Ingrid lo anima a mirar con esperanza al futuro. Alarmada, argumenta que, así como Martha y ella han enfrentado la enfermedad hasta el final, ello es igualmente válido a la hora de generar conciencia sobre los catastróficos efectos del cambio global que amenaza con destruir nuestra civilización. En un mundo asolado además por innumerables guerras locales y abocado a un peligroso giro filofascista en materia política, resistir a la muerte, insistir por todos los medios en nombre de la esperanza, resulta un imperativo moral inexcusable. De ahí que la historia de Martha e Ingrid pueda leerse también como una bella metáfora de nuestro tiempo, de la esperanza que nunca muere del todo, sino que renace tras cada derrota. Como en el cierre, cuando Martha regresa bajo la figura de Michelle, en una nueva mañana transfigurada por el canto sublime de los pájaros.      

(reseñado en el festival de Toronto)

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