(Por Alberto Ramos). En The Legend…, el grupo Agbajowo pone la estética de Nollywood al servicio del activismo social para denunciar la escandalosa madeja de corrupción y abuso que prospera en torno a la gentrificación de la capital nigeriana, en particular de su zona más empobrecida: los barrios enclavados en medio de los lagos y a lo largo de la línea costera, cuyos habitantes apenas sobreviven en condiciones de pobreza extrema.
Mezclando realismo (el filme recrea acontecimientos que tuvieron lugar en 2017, durante la destrucción del asentamiento de Otodo-Gbame a manos del gobierno, sin que a la fecha este haya reconocido su responsabilidad en lo sucedido), mitología precolonial y archivos en video que muestran a los verdaderos héroes de aquella épica protesta, esta pieza de creación colectiva tiene como protagonista a una mujer, devenida líder de la rebelión. Negra, joven y pobre, por lo demás: una combinación explosiva que moviliza a los airados pobladores del barrio de Agbojedo en torno a quien el destino (encarnado por un imponente guerrero) reconoce el linaje de una justiciera, de una reina legendaria de la época moderna.
La dramaturgia opera un corte transversal a la sociedad nigeriana que recorre desde la alta jerarquía gobernante, despiadada y rapaz, pasando por policías y funcionarios venales, pandillas de delincuentes y, en lo más bajo de la escala social, los vecinos de la comunidad, amenazados sistemáticamente por las incursiones de las bandas criminales al servicio del poder que intentan desplazarlos a la fuerza del lugar, a fin de que las inmobiliarias en complicidad con el gobierno procedan a la demolición del asentamiento, espacio sobre el cual levantarán sus lujosas edificaciones.
Con la ingenuidad característica de las narraciones orales en su apelación a la fantasía popular y el sincretismo religioso, The Legend… relata la historia de Jawu, una madre soltera cuya única aspiración es mudarse una casa en tierra firme con su pequeño hijo Daniel. Una noche, el destino pone en sus manos un bolso de dólares, el tesoro con que podría materializar su sueño. A continuación, los acontecimientos se precipitan en una vertiginosa carrera en que además de Daniel se verán involucrados el dueño del bolso, Abisoro, su amante Happiness (que un encuentro fortuito en un exclusivo centro comercial pone en el camino de Jawu) y una pareja de delincuentes al servicio de aquel, así como Mitongi, un líder comunitario. Una carrera en que héroes y villanos quedan delineados en un par de frases y donde lo fantástico coexiste naturalmente con lo testimonial, el melodrama familiar con el reclamo de una comunidad desposeída y abusada por la clase política. El que una madre suicida sea rescatada y resucite en medio del lago o que la inesperada conversión de un asesino salve la vida a Daniel en medio de una masacre o que el malvado instigador del desalojo reciba su merecido tras precipitarse al interior de una casa en llamas (imagen del infierno que ha contribuido a crear) son instancias que refieren sin duda al dominio de lo fantástico. Pero que más allá de conferir un indudable atractivo al relato, lo ubican en una dimensión sobrehumana en que es posible, como demuestra la estremecedora secuencia final de la rebelión, reminiscente del cine político más clásico (Eisenstein et al.), resistir y derrotar al Mal. Esas mujeres que cierran fila ante la policía y los pandilleros, sin retroceder un paso frente a sus agresores, se sienten herederas de una tradición gloriosa donde se confunden historia y leyenda. Amparadas por sus mitos tutelares, dan cuenta de una presencia de espíritu que dignifica y da sentido a su lucha, obran el milagro que acerca a la realidad su secular reclamo de justicia.
(reseñado en el Festival de Toronto)