En la vasta tradición del cine como espejo del alma humana, pocos cineastas han logrado capturar el dolor y la belleza del mundo con la quietud y la precisión de Gianfranco Rosi. Su obra maestra, Notturno (2020), no es simplemente un documental; es una meditación visual sobre el sufrimiento, la resistencia y, sobre todo, la esperanza que persiste incluso en los rincones más oscuros de la humanidad.
Filmado a lo largo de tres años en las fronteras de Irak, Siria, Líbano y Kurdistán, Notturno emerge de un paisaje devastado por la guerra y la violencia, un lugar donde el horror se ha convertido en parte del paisaje cotidiano. Sin embargo, Rosi no se regodea en la brutalidad. En lugar de eso, su cámara se detiene en los momentos de silencio, en las pausas entre la tragedia, donde la vida, aunque quebrada, sigue su curso.
Rosi ha perfeccionado una forma de cine que trasciende el mero registro de la realidad para alcanzar una dimensión casi espiritual. En Notturno, su cámara se mueve con la paciencia de un monje, capturando escenas que revelan más en lo que no dicen que en lo que muestran. Es en esta quietud donde la película encuentra su poder. Los rostros cansados de los protagonistas, sus miradas perdidas en pensamientos que nunca conoceremos, nos hablan de un dolor profundo, pero también de una resistencia que no necesita palabras.
El director evita cualquier atisbo de sensacionalismo, eludiendo el caos para enfocarse en la humanidad que persiste en medio de la ruina. La estructura episódica de la película, con sus escenas aparentemente inconexas, refleja la fragmentación del mundo que retrata. Sin embargo, hay una coherencia subyacente en la manera en que Rosi construye su narrativa: cada imagen, cada silencio, está imbuido de una carga emocional que trasciende la pantalla.
La música, o más bien, la ausencia de ella, juega un papel crucial en Notturno. Rosi elige dejar que los sonidos del entorno -el viento, los pasos, el murmullo distante de una conversación- llenen el vacío, creando una atmósfera que es a la vez íntima y alienante. Esta elección resalta la desconexión entre la vida interior de los personajes y el mundo exterior que los rodea, una desconexión que es tanto un refugio como una trampa.
El uso de la luz y la oscuridad en Notturno es una metáfora poderosa del estado de ánimo de sus protagonistas. Las escenas nocturnas, iluminadas apenas por la tenue luz de las estrellas o una bombilla solitaria, reflejan la fragilidad de la existencia humana en un mundo que parece haberse vuelto loco. Y, sin embargo, en estos momentos de penumbra, Rosi encuentra destellos de esperanza, pequeños actos de bondad y belleza que sugieren que, a pesar de todo, la vida sigue siendo digna de ser vivida.
En la tradición espiritual del cine, Notturno ocupa un lugar especial. No es una película que se consuma fácilmente; requiere paciencia, introspección y una disposición a confrontar las verdades incómodas de nuestro tiempo. Pero para aquellos dispuestos a embarcarse en este viaje, Rosi ofrece una recompensa que va más allá del simple entretenimiento. Notturno es un recordatorio de que, incluso en la oscuridad más profunda, el espíritu humano tiene la capacidad de encontrar su camino hacia la luz.
Esta película no es solo una obra de arte cinematográfica, sino también un testimonio del poder del cine como medio para explorar y entender la condición humana. En un mundo donde la superficialidad a menudo domina, Gianfranco Rosi nos invita a detenernos, a escuchar, y a ver más allá de lo evidente. En Notturno, encontramos un espejo en el que podemos contemplar nuestra propia humanidad, con todas sus cicatrices y su capacidad infinita para la esperanza.
Disponible en distintas plataformas de streaming.