«Ustedes unen a las personas, porque la risa es contagiosa». Así dijo el Papa Francisco en la Audiencia en el Vaticano, el 14 de junio de 2024, con cómicos y artistas del mundo. Entre los nombres internacionales que asistieron: Whoopi Goldberg, Jimmy Fallon, Chris Rock y Conan O’Brien; entre los italianos Lino Banfi, Christian De Sica, Carlo Verdone, Luciana Littizzetto, Giorgio Panariello y Geppi Cucciari. Un evento promovido por los Dicasterios de Cultura y de Educación y Comunicación de la Santa Sede.
El Papa Bergoglio reunió a un gran número de comediantes de varios continentes y con ellos se entregó a una reflexión sobre la vida en la sociedad contemporánea, una existencia a menudo sometida a presiones y urgencias, incluso paralizantes. En todo esto, sin embargo, el don de una sonrisa puede ser un poderoso detonador de preocupaciones y un amplificador de confianza, de esperanza. «Es más fácil reír juntos que solos», señaló el Pontífice, «la alegría abre a compartir y es el mejor antídoto contra el egoísmo y el individualismo. La risa ayuda también a romper las barreras sociales, a crear vínculos entre las personas. Nos permite expresar emociones y pensamientos, contribuyendo a construir una cultura compartida y a crear espacios de libertad».
No es la primera vez que el Papa argentino se detiene en el valor social y cultural de la ironía, del humor. De hecho, ha recordado a menudo su apego a la oración de Santo Tomás Moro. «Me gusta rezar todos los días -lo hago desde hace más de cuarenta años- con las palabras de Santo Tomás Moro: ‘Dame, Señor, sentido del humor'».
En sus meditaciones, por tanto, hay un recordatorio constante del anclaje de la ligereza, de la necesidad de evasión. Y aunque el Papa Francisco ya no ve películas, como ha declarado en repetidas ocasiones, en sus discursos no faltan sugerencias cinematográficas que ponen en juego precisamente la sonrisa. En un diálogo con monseñor Dario E. Viganò, subrayó la relevancia del personaje de Gelsomina (Giulietta Masina) en la película La strada (1954), una artista errante vestida de payaso con una sonrisa dulce y melancólica, una figura marcada por la gracia y la pureza del alma. «Es la película que quizás más me ha gustado -dijo el Papa-. Me identifico mucho con esa película, en la que encontramos una referencia implícita a San Francisco […] Pienso en todo el recorrido de Gelsomina: con su humildad, con su mirada totalmente límpida, consigue ablandar el duro corazón de un hombre que había olvidado cómo llorar. Esta mirada pura de la última es capaz de sembrar vida en la tierra más árida. Es una mirada de esperanza, que sabe percibir la luz en la oscuridad: por eso hay que atesorarla» (D.E. Viganò, Lo sguardo: la porta del cuore. Il neorealismo tra memoria e attualità. Con una entrevista al Papa Francisco sobre el cine, Effatà Editrice, Cantalupa 2021, p. 16).
El destello de ironía irradiado por la comedia, por los artistas de la sonrisa, es como un grano de mostaza (cf. Mc 4,31-32) que logra hacer brotar el futuro incluso en terrenos ásperos. Como siempre nos ha recordado el Papa Francisco en la Audiencia con los artistas: «Pero también conseguís otro milagro: lográis hacer sonreír incluso ante los problemas, los pequeños y grandes hechos de la historia. Denunciáis los excesos del poder; dais voz a situaciones olvidadas; ponéis de relieve abusos; señaláis comportamientos inadecuados… Pero sin sembrar la alarma o el terror, la angustia o el miedo, como hace mucha comunicación; despertáis el sentido crítico haciendo reír y sonreír».
Al acercarse a estas palabras, el pensamiento se dirige sin duda a la mirada punzante e irresistible de Charlie Chaplin, que con su película El gran dictador (1940) supo desenmascarar el horror y la violencia demencial del nazifascismo, la deriva moral y antropológica emprendida durante la Segunda Guerra Mundial. Y aún moviéndonos en los territorios del cine, cómo no reconocer el don en la sonrisa y el arte de la comedia en páginas dolorosas en declive de nuestra memoria común: por ejemplo, las películas que han elaborado el difícil tema de la Shoah, tratando de narrarlo con un humor pedagógico marcado por pinceladas dramáticas. Es el caso de La vita è bella (1997) de Roberto Benigni, Train de vie (1998) de Radu Mihăileanu y la más reciente Jojo Rabbit (2020) de Taika Waititi.
De nuevo, el pensamiento se vuelve hacia el uso de la sonrisa como umbral de encuentro y comprensión de la condición de persona discapacitada: es la gran ganancia del cine del nuevo milenio con títulos tan llamativos como Casi amigos (Intouchables, 2011) de Olivier Nakache y Éric Toledano, Los signos del corazón. Cola (Coda, 2021) de Sian Heder, sin olvidar la versión original francesa La familia Bélier (La Famille Bélier, 2014) de Éric Lartigau. También sobre el mismo tema, la más reciente Campeones (Champions, 2023) de Bobby Farrelly a partir del original español Non ci resta che vincere (Campeones, 2018) de Javier Fesser.
Así que si el Papa Francisco recordó la oración de la sonrisa, la de Santo Tomás Moro, fue Charlie Chaplin quien nos regaló una «oración laica» (la referencia es la película Tiempos Modernos. Tiempos modernos, de 1936) en lo que más tarde se convirtió en una famosa pieza musical, Smile, completada en 1954 por John Turner y Geoffrey Parsons, grabada por Nat King Cole: «Sonríe, aunque te duela el corazón / Sonríe, aunque se rompa / Cuando haya nubes en el cielo / saldrás adelante / Si sonríes a través de tu miedo y tu tristeza / Sonríe y tal vez mañana / Verás el sol brillar para ti».