Por: Dana Alexa Segura Jimenez
Este filme se incia con un fuerte enfoque en la migración de László Tóth (Adren Brody), un hombre cuyo genio arquitectónico parece no ser suficiente para salvarlo de los traumas de un mundo que ya no entiende. Su separación de Erzsébet (Felicity Jones), su esposa, a causa de la guerra, se refleja en su desesperado intento por recuperar algo de estabilidad mudándose a los Estados Unidos y posteriormente; cuando ella logra llegar con él. La relación entre los dos personajes se convierte en un espejo de la Europa fragmentada de la posguerra: un amor roto por eventos externos, pero también por la incapacidad de volver a ser los mismos después de todo lo vivido.
Al llegar a Pensilvania, László se enfrenta a un nuevo tipo de desolación, no tanto física como moral. Allí, en un ambiente capitalista despiadado, se encuentra con Harrison Lee Van Buren (un excelente Guy Pearce), un empresario que ve en él la oportunidad de forjar un legado arquitectónico que, en última instancia, podría cambiar el paisaje de una colina cerca de su mansión.
Sin embargo, el destino de László está marcado por las exigencias de un hombre de negocios que antepone los beneficios a la visión artística. Los ajustes a su diseño, la reducción de costos, y la cancelación del proyecto gracias a una tragedia, reflejan cómo las tensiones entre la estética y el pragmatismo económico erosionan lentamente la integridad del protagonista.
A medida que la película avanza, vemos cómo László se ve atrapado no solo por las demandas de su mecenas, sino también por sus propios demonios internos. La adicción, que se presenta como una manifestación de su incapacidad para lidiar con la desilusión y el fracaso, lo lleva a un punto de no retorno. Aquí, el título de la película se vuelve un símbolo: El brutalismo, un estilo arquitectónico asociado con la fuerza y la austeridad, se convierte en una metáfora de la brutalidad que enfrenta László tanto en su vida profesional como personal.
El Brutalista (Estados Unidos, Reino Unido, Hungría; 2024) es una obra que examina la caída de un hombre que buscó trascender a través del arte. Vía una narrativa profunda y compleja, la película plantea preguntas inquietantes sobre el costo del éxito. La película no solo es un análisis del mundo de la arquitectura, sino también una reflexión sobre los límites entre la creación artística y la destrucción personal; además, con su final; nos enseña que a pesar de los limitantes de la vida; se puede llegar a construir un legado que permanece por varias generaciones, como los ecos de la poesía.