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Berlinale. Día 6. The Devil’s Bath, de Veronika Franz & Severin Fiala (Austria, Alemania)

Por Alberto Ramos

(Berlín, 22 de febrero de 2024). The Devil’s Bath adopta una estructura circular que comienza y termina con una ejecución pública por un horrendo asesinato. Ambos infanticidios confesos, a manos de mujeres. La acción transcurre en Austria, en una zona apartada que vive de la pesca fluvial, hacia 1750. Y el título refiere a una interpretación popular de la melancolía femenina como “estar atrapada en el Baño del Diablo”, lo que modernamente equivaldría a padecer un estado depresivo.

En el prólogo, una mujer arroja un bebé desde lo alto de una cascada, a cuyo llanto exasperante pone fin con un brusco gesto que resume su desesperación. El resto del relato se centra en otro personaje femenino que tomará una decisión parecida. The Devil’s Bathexamina las circunstancias que la llevaron a actuar de ese modo. Ambas, de más está decirlo, recibirán un castigo brutal y ejemplarizante.

La segunda se llama Agnes y es una devota cristiana a quien su familia ha casado con un vecino de la localidad, Wolf. Aquí cabría recordar que Agnes refiere al latín agnus (cordero), mientras que Wolf se traduce del inglés como lobo. Que la coincidencia está lejos de ser casual queda demostrado desde la frustrada noche de bodas, cuando el comportamiento esquivo de Wolf sumirá a Agnes en la sorpresa, dando comienzo así al calvario del joven matrimonio. En casa gobierna la suegra, celosa y sobreprotectora, y Wolf es la víctima obediente en que aquella desahoga sus pulsiones autoritarias, vasallaje que pretenderá imponer a Agnes. Esta se niega y su vida se convierte en un infierno, del que intenta salir por medios cada vez más extremos. Primero es la huida a casa de los padres, inexcusable dada la sacralidad del matrimonio; más tarde, el recurso a una “curación” atroz, en que la carne es traspasada con un hilo a fin de expulsar los humores malignos; y, por último, el envenenamiento, arriesgando una condena expedita dado que el suicidio es considerado un delito execrable. Para los tiempos que corren, la redención pasa por el castigo del cuerpo físico, según una visión a ultranza del cristianismo centrada en la remisión de los pecados, al margen de la cuota de violencia que ello entrañe. En otras palabras, ignorar el “todo es gracia” neotestamentario a favor del “todo es pecado” deudor del Viejo Testamento, a cuya sombra aún subsiste un medioevo trasnochado, con su ominosa carga de superstición y oscurantismo.

Que la rebelión de Agnes califica como un síndrome depresivo es más que evidente. Pero la época, que The Devil’s Bath describe de manera descarnada, no era capaz de atender a sus causas reales. En su lugar, y como muestra de la vulnerabilidad del sujeto femenino relegado a un estatus subalterno por un contexto ferozmente patriarcal y excluyente, cualquier desarreglo mental era interpretado en términos de una posesión maligna, cuanto más si se trataba de una mujer, paradigma del cuerpo contaminado por el pecado. Cuando sus esfuerzos de escapar a ese orden opresivo fracasan, Agnes no encuentra otra explicación que culparse a sí misma, dado que la rigurosa norma social vigente es incuestionable para una creyente como ella. De ahí al acto transgresor consciente que suscite la condena e inmolación inapelables por parte de la sociedad habrá solo un paso.

El que su ejecución pública devenga un grotesco y cruel espectáculo donde la sed de sangre del populacho es literalmente recompensada por los verdugos cierra de manera escalofriante un relato por demás inspirado en los registros de más de 400 casos que tuvieron lugar en Europa Central por esa época. Sus cadáveres insepultos, abandonados en medio de los bosques, expuestos a modo de advertencia y escarmiento a la vista de los pobladores, quedan como testimonio de un tiempo en que la sombra del fundamentalismo más radical sobrevivía en una Europa profunda, ajena a las luces de la Ilustración que por entonces ya se avizoraban en el horizonte. Fundamentalismo cuyos ecos resuenan en nuestra contemporaneidad, resurgiendo con su nefasta carga de odio e intolerancia desde otras geografías y culturas.

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